miércoles, 22 de enero de 2014

 Nieve

Tres días de nevada, no sólo hace tiempo que no se ven, sino que, piensa uno, que pasarán algunos años más para que algo así vuelva a suceder. Cuatro días más tarde toma uno parte de una, cada vez más numerosa, cola de coches con la ilusión de que, a lo largo de la mañana, abran la carretera, al igual que otros muchos que desean disfrutar de la nieve, aunque no todos con la misma paciencia. Esperar dos horas, tal como indica la guardia civil que controla el paso, les parece demasiado tiempo y optan por retroceder o desviarse hacia el cálido sur, no sin alguna que otra discusión con los responsables del tráfico.
A las doce comienzan a descender los camiones que han abierto camino retirando la nieve, pero para entonces la carretera está casi totalmente tomada por los vehículos que esperan para subir y los camiones no pueden bajar. Un ejemplo más del razonamiento humano. Increíble.
La gente con la nieve se transforma. Sobre todo la gente mayor. Por desgracia les dura poco, pero por unos instantes se comportan como niños, aunque esa lentitud en los movimientos y ese cuidado por mantener la verticalidad les otorga cierta comicidad. El conjunto produce risa e incredulidad. Parecen robot. Pronto, mucho antes de que sus movimientos comiencen a descontrolarse, el ritmo diario de sus vidas y la costumbre se imponen. Sacuden las manos y regresan a sus coches. Al menos la nieve por unos momentos, les ha permitido revivir sus infancias y traer a la memoria experiencias que habían quedado ocultas tras una gruesa capa de adulta realidad.

Marzo 1996

2014. Acuarela sobre papel, 16x17cm.

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